jueves, 19 de febrero de 2015

Desde el estupor de un ciudadano de Benidorm

Todos saben que lidero un partido político, una plataforma, que ha anunciado su presencia en los comicios locales de mayo de 2015. Ser el presidente de “Ciudadanos por Benidorm” no es razón para que deje de opinar como un simple vecino de mi pueblo, que me vio nacer, ahora en manos de incompetentes y personas con un raquítico nivel intelectual para gestionar una ciudad de la talla de Benidorm, desde siempre la insigne capital del turismo en España.

Ser representante de un pueblo y contar con un respaldo en las urnas no quiere decir que luego los vecinos, los contribuyentes, los sufridores del caos que impera, no tengamos derecho a pedirles su dimisión una vez queda argumentado y comprobado que no son personas válidas para ocupar un puesto en defensa de los 75.000 ciudadanos que vivimos y pagamos nuestros impuestos en este pueblo. Ser representante de un pueblo es ser gobernante y gestor de todos y cada uno de los vecinos, cosa que hoy en día no pasa en Benidorm, porque aquí parece que tenemos una caterva de políticos que han llegado “sobrados y bien comidos” a sus puestos, cuando la verdad es que en estos momentos estamos sobrados de “sobrados”, y por ello, han de dimitir y marcharse si es que quieren hacer bueno esos eslóganes que pululan por publicaciones pagadas por todos, por publicaciones sectarias convertidas en rancias y arcaicas hojas parroquiales, donde nuestro alcalde dice aquello de “sí por Benidorm, sí por las personas”, toda una falacia que envuelve una maldad que causa estupor cuando vemos, cada día, la verdadera realidad de nuestra ciudad. Agustín Navarro vive en tiempos lejanos y cree que los benidormenses no hemos evolucionado, creándose a sí mismo un problema que más pronto que tarde acabará con este hijo de Tonico y María Dolores (que espero y deseo no sigan las andanzas de su hijo aquí en la tierra) condenado y apartado perpetuamente de la vida pública.

Que nadie piense que tengo inquina hacia la primera autoridad local, no. Lo que en ocasiones contengo es la rabia al ver cómo este vividor se ríe de las buenas gentes de Benidorm. Agustín Navarro se ha apropiado indebidamente de más de 41.000 euros, violando el Código Penal, el mismo que caerá con todo el peso sobre su cabeza, pero además viene incumpliendo las normas sagradas que han de regir un Ayuntamiento, y eso si cabe es todavía más grave porque él es consciente de su propia maldad y del daño que nos ocasiona a todos.

Por citar alguna de sus tropelías relacionadas con esa apropiación indebida, quiero recordarle el artículo 41.25 del Reglamento de Organización, Funcionamiento y Régimen Jurídico de las entidades locales, que dice “ el alcalde debe publicar, ejecutar y hacer cumplir los acuerdos del Ayuntamiento”, habiendo transcurrido seis meses desde que se le invitó a devolver lo cobrado indebidamente y no lo ha hecho, y casi diez desde que salió a la luz su tropelía. Pasado ese tiempo, el delito tiene un agravante, pero a él parece darle todo igual. Sin embargo, a los vecinos y contribuyentes no sólo no nos da igual, sino que pedimos públicamente su dimisión como lo hago formalmente en este momento. Estoy absoluta y rotundamente convencido que esta petición la apoyarían hoy mismo bastantes miles de personas de nuestra ciudad.

Pero hoy no quiero quedarme sólo con las tropelías del alcalde, que en un país serio le hubieran obligado a dimitir desde su partido y estaría en prisión; también quiero repasar otras dimisiones que también pido formalmente en este momento.

Pido la dimisión de Juan Ramón Martínez por no aplicar el Plan de Ajuste a la empresa de limpieza y basuras FCC, una empresa que está incumpliendo las condiciones contractuales y nadie se atreve, no sabemos por qué, a hacer trizas ese contrato que mantiene a Benidorm convertida en una pocilga y en un foco de infección en sus calles y plazas. Esto es algo que no sólo contemplo y denuncio yo, lo hacen cientos de benidormenses cada día en sus conversaciones habituales. Es incomprensible que aparte de violar las exigencias impuestas desde Madrid, sigamos pagando 21 millones de euros a alguien por incumplir sus obligaciones en lugar de pagarles los 14 que por Ley les corresponde, siguiéndose sin rebajar por tanto los recibos de los asfixiados contribuyentes, que pagamos y tenemos las calles repletas de suciedad de todo tipo. 25% era la rebaja que nos tenían que haber aplicado a todos y en un raquítico y tardío 10% es en lo que se quedó.

Pido la dimisión de Conrado Hernández por no haberse reunido con las ONG´S de Benidorm durante los cuatro meses que ha ostentado el cargo de Bienestar Social en sustitución de Cristina Escoda. Dar la espalda a los más necesitados es una burla inicua hacia quienes caminan a una pobreza extrema debido a estos políticos gobernantes, a la vez que se ha reído de los voluntarios de organismos que están haciendo una labor encomiable en beneficio de una sociedad fracturada por este tipo de comportamientos de los políticos que administran nuestros impuestos.

Pido la dimisión de Pepe Marcet por no pedir explicaciones a Hidraqua sobre ese Plan de Inversiones, valorado en casi 18 millones de euros, que presume la mercantil de haber firmado pero que nadie sabemos en qué y donde lo ha invertido, cuando en realidad lo pagamos los contribuyentes a través de los recibos que nos pasan al cobro, y sin embargo, han tenido que llover treinta minutos en Benidorm para darnos cuenta que han estado nuestros políticos muchos años sin hacer nada en materia de alcantarillado y previsión de inundaciones. Los hijos de Benidorm, como lo es Marcet, conocemos de sobra dónde se tendría que haber actuado y no se ha hecho, y es indignante echar la culpa a la naturaleza por haber dejado remojar la ciudad con unos paupérrimos 27 litros por metro cuadrado y habernos convertido en noticia nacional por el caos generado. Marcet debe marcharse porque ha demostrado ser un incompetente en toda regla, además de que sé que pidiendo su dimisión le hago un favor en toda regla, porque es él quien lleva diciendo ya más de un año que está desesperado porque llegue el final de la legislatura para irse y no volver nunca más a la política. Gran parte de la ciudadanía local estaríamos contentos con que dimitiera ya y no esperara estos siete meses que todavía quedan.

Pido la dimisión de Rubén Martínez porque hace cuarenta días, y gracias a la presión de los padres y madres de los alumnos del Colegio Vasco Núñez de Balboa, se comprometió a eliminar los peligros del muro del patio de recreo que puede aplastar a los niños en cualquier momento. Han pasado seis semanas y todo sigue igual, demostrándose que este hombre, por mucho que presuma de líder, es incapaz de representarse a sí mismo, y por tanto ha de salir del Ayuntamiento por la vía de urgencia. No se puede ser más farsante ni más incauto jugando con la vida de los pequeños que acuden al citado colegio. Además, debe marcharse también de la Secretaría Local del PSOE por haber permitido a su jefe y alcalde, Agustín Navarro, falsear hasta 170 fichas de “nuevos” militantes e intentar enturbiar el proceso de primarias en Benidorm. Otra vergüenza más.

Pido la dimisión de Gema Amor por muchas cosas, pero me centro en un gravísimo argumento que ella quiso poner de moda en Benidorm, al hablar el día del pacto de gobierno de “transparencia”, una nitidez que exige a los demás pero que no se aplica a sí misma. En la sección de “transparencia” de la web municipal sigue estando en blanco el apartado destinado a conocer su patrimonio en el mundo entero. Le recomiendo que rellene lo antes posible ese punto, al igual que le recomiendo que nos aclare a todos los benidormenses por qué su nombre apareció en los papeles del “Caso Bárcenas” hace un año y medio como donante del Partido Popular, ése que ahora defenestra y de la que formó parte hasta abril de 2011. Creo que hay que pregonar con el ejemplo. Hasta 35 motivos más podría enumerar para pedir la dimisión de Gema Amor, pero hoy lo vamos a dejar en estos dos, suficientemente graves como para no seguir un día más al frente de sus responsabilidades.

Pido la dimisión de Vicente Juan Ivorra por no saber explicarnos cómo es posible que limpiar las playas de Benidorm nos cueste a los contribuyentes 2.500.000 euros al año, el triple de coste por metro cuadrado de lo que cuesta limpiar las calles si es que se limpiasen, cosa que no sucede. Y también quiero pedirle al edil de Urbanismo que nos explique cómo ha sido posible legalizar la estación de autobuses tras prevaricar de forma continuada desde el gobierno local, sobre todo por actuar a los años de haber recibido la sentencia en firme desde el Tribunal Supremo. Y si de paso nos explica como quedó el caso de la contratación a dedo de Fernando Modrego, todos nos sentiríamos un poco más tranquilos, puesto que lo único que sabemos con certeza es que cobró los más de 21.000 euros previstos, pero nada sabemos del trabajo que para el ayuntamiento tenía encomendado.Tres motivos, de los muchos que podríamos enumerar, para que el concejal de playas y urbanismo se marchara a su casa por vía de urgencia.

Estamos por tanto ante siete peticiones de dimisión de los trece componentes del actual equipo de gobierno. Benidorm no puede permitir que sus representantes pisoteen la legalidad vigente y desprecien a los vecinos hasta extremos inconcebibles. Quiero finalizar recordando a los siete que el Capítulo IV del R.O.F.R.J 2568/1986, de 28 de noviembre, dice en cuanto a la Responsabilidad de las Entidades locales lo siguiente en su artículo 223. “Las entidades locales responderán directamente de los daños y perjuicios causados a los particulares en sus bienes y derechos como consecuencia del funcionamiento de los servicios públicos o de la actuación, en ejercicio de sus cargos, de sus autoridades, funcionarios o agentes, en los términos establecidos en la legislación general sobre responsabilidad administrativa”, sin menoscabo de lo que al respecto cita el Código Penal vigente en España, quien haría responsable directo a todos y cada uno de los siete a quienes pido su dimisión, y al pago de cuantos daños ocasionaran al pueblo y todos sus vecinos a costa de su peculio particular. Son “pequeños detalles” que un representante público nunca debe olvidar.

En Benidorm a diez de octubre de dos mil catorce.

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